Hace unos meses, nuestro antiguo compañero de redacción Sergio Guillén Barrantes nos hizo llegar su segunda novela “Hiel en Cuerdas de Guitarra”, publicada en diciembre de 2016 por La Produktiva Books. Se trata de su por el momento última incursión en la ficción, tras un inicial “Sátrapa. Rompecabezas para una canción perfecta”, con el que se había estrenado cuatro años antes en el campo de la novela.
Lo primero que nos llamó la atención respecto a su precedente era que Guillén había optado por un formato narrativo más corto y ligero para la lectura. Un total de diecinueve capítulos a lo largo de este volumen de 110 páginas recorre la peripecia vital de un personaje central llamado Marcelo Gándara, a quien una sorprendente suerte de azares y trampas del destino enfrenta a las paradojas y sorpresas de toda una vida.
La técnica empleada por Guillén se basa en un viaje constante en el tiempo no necesariamente cronológico -tan pronto en 1999 como en 1986 ó 1987-. Con su segunda novela Sergio hizo un esfuerzo de contención respecto a su experiencia previa, más barroca y propia del debutante, optando en esta ocasión por una equilibrada mezcla de diálogos rápidos y situaciones descritas de forma precisa y directa. La ilustradora África Paredes volvió a hacerse cargo de la parte visual, aunque esta vez su participación se redujo a la portada del libro.
Breves episodios de dramatización nos van presentando a los secundarios que rodean al protagonista, con su abuelo Robusto y su padre Diego como ejes de la sucesión de acontecimientos que pronto habrán de desatarse. La figura de un músico (Gascón Mordaz) se cruza en la vida de Gándara cual “efecto mariposa” desencadenante de los giros de guión, a los que tampoco es ajena la historia de amor con Mónica Espransa. Unos y otra son pues importantes en el puzzle de una trama que entretiene y divierte, cuyo desarrollo gana mucho gracias a los numerosos detalles de ambientación y encuadre referencial que los arropan.
La música está siempre presente en la vida del héroe, que recorre y experimenta el Madrid de los años 80 en una ensoñación que incluye imaginarias tiendas especializadas (Discos Sinestesia), maquetas de grupos de la Movida que bien podrían haberlo sido de la historia oficial (La Expedición) y hasta elementos reales como el bar El Palentino, el Instituto Santamarca de la calle Puerto Rico… o la escaleta del programa televisivo “Tocata”.
Ha sido una delicia disfrutar de la sabiduría casi enciclopédica de Sergio Guillén a la hora de trufar el argumento con constantes referencias de nombres y obras del Pop y el Rock más clásico e internacional, ya recurra para ello a Fleetwood Mac como a Thin Lizzy o unos reivindicados Dire Straits, que por cierto tienen un papel fundamental en el relato.
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Leo Cebrián Sanz