
Antes de que el cine se llenara de efectos especiales, pantalla verde y CGI los realizadores y directores tenían que apañárselas con lo que tuvieran a su alcance, y en la década de los 50, una película demostró que sólo basta un truco de cámara para aumentar la tensión en una atrapante historia que ocurre por completo en una sola habitación, con doce señores sentados alrededor de una mesa decidiendo si un crío es culpable o no.
Lo que sucede en «12 hombres sin piedad» es que mientras los jurados empiezan la deliberación, todo está relativamente «abierto»: hay espacio entre los personajes, hay aire, hay distancia… y hay cierta cortesía. Pero conforme avanza la peli, y los argumentos suben de tono, Lumet nos va adentrando cada vez más va adentrando en el estrecho y acalorado espacio con un truco sencillo e infalible: aumentando progresivamente la distancia focal.
Puro teatro filmado. Y aun así, tú como espectador sientes que el espacio se encoge, que el ambiente se carga, que cada minuto pesa. No es casualidad: es técnica pura y dura.
El director pasó de usar lentes de 28 mm, más abiertos, a lentes más largas, hasta unos 75 mm. El resultado es que la perspectiva se «aplasta» y las paredes parecen acercarse. No ves que el set cambie de tamaño, pero lo sientes, porque es literalmente claustrofóbico.
Un simple cambio de lentes
El propio Lumet lo explicó años más tarde: él quería que tú, espectador sentado en tu butaca, acabaras sintiéndote atrapado, igual que los personajes atrapados con la responsabilidad moral de decidir sobre la vida de un chaval. Aquí hay cine de precisión: la cámara no solo registra, sino que guía la percepción del espectador.
Esto es interesante porque «hombre sin piedad» se ha convertido en un manual vivo de cómo la puesta en escena y la cámara pueden contar sin decir. Es uno de esos casos de estudio recurrentes en clases de cine. Y de eso hay pruebas: Lumet mismo lo explica en su libro «Making Movies», que desde el minuto 1 él sabía que la cámara no debía ser estática y «neutra», sino un elemento emocional.
De hecho, la peli está rodada casi entera sin música. Todo depende de ritmo, de respiraciones, de miradas, de olfatear cada grieta de la mentira en el juicio. El truco de las focales va a juego con el arco dramático: la discusión empieza como un trámite y acaba en un forcejeo moral de campeonato que convierte esa sala de decisiones en un ataúd asfixiante.
Foto de tuicakademi.org
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La noticia
El truco más escalofriante del cine en esta tensa película no fue un grito: fue un cambio gradual que nadie en su momento había notado
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Espinof
por
Joel Calata
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